El éxito o el fracaso

Resulta muy frecuente observar que cuando cierto tipo de personas fracasa en algo o se siente impotente por no lograr una meta o anhelo, busca excusas para no admitir sus errores, para no mirarse; y una de ellas es vivir quejándose, echándole la culpa de ello a la vida.

“La vida no nos debe nada y por lo tanto no tenemos por qué reclamarle una deuda que no nos tiene”

Generalmente vivimos cobrando esta deuda que no existe y que solo está en nuestra imaginación, y que nos sirve de pretexto para disculparnos ante nosotros mismos y ante los demás, por nuestras fallas y desaciertos.

Es cierto que, a veces, la vida concede un premio gratuito a quien menos lo espera; pero esto no es frecuente, así que estemos preparados, sabiendo que existe el azar en muy raras ocasiones, pero en las otras será nuestro esfuerzo el que decidirá nuestro acierto al vivir, o nuestro fracaso.

Todos estamos expuestos al fracaso, esa es la realidad. No nacimos para ser apreciados y comprendidos por todos, la vida tiene sus matices y queda ser honesto y auténtico para sortear incomprensiones, dolor, y retos del camino.

El fracaso es una forma para empezar de nuevo, pero sin perder el entusiasmo, el carácter, la iniciativa, el valor y humildad para mirarse y luchar por ser mejores personas.

Hay que tener en mente que en la vida se gana y se pierde, se vive y se muere. Sin embargo, nunca te des por vencido sin antes luchar y que nada te haga renunciar antes de tiempo.

Es tú decisión, qué camino tomar teniendo igual oportunidad de seguir en uno u otro sendero. La única manera de salir adelante en la vida es no culpar a los demás de lo que te sucede.

Elimina los "si no fuera por...". "Si no fuera por mis padres yo habría hecho...", "si no fuera por este gobierno, yo estaría...", "si hubiera tenido dinero...", "si me consideraran en la oficina...", "si mi espos@ me hubiera respetado...", etc. Nada soluciona el culpar a los demás. Si las cosas te sucedieron, es en gran parte tu responsabilidad.

Asúmela y tu vida cambiará.

Sólo Dios indica el camino.

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