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Hay gente que vive lo físico, como si lo espiritual no existiese. Y el hombre, por creación, tiene un ser interior para el encuentro. En esa profundidad nadie se parece a otro. Allí se realizan sorprendentes maravillas. Y lo que hacemos jamás lo podemos considerar como resultado final, sino como la preparación de algo que ya viene… y casi siempre las mejores cosas pasan desapercibidas porque las han realizado en silencio y con amor, siendo cada instante de la vida un regalo… Solo así la alegría y el entusiasmo por la vida llegará a todo y nos contagiará, llegando oportunamente.
Debemos vivir con la mirada puesta en el Señor porque la vida será lo que nosotros decidamos que sea.
Adaptado CERJ: de Pequeñas Semillas.